A nivel práctico, tener un encuentro de estas características, conlleva mucha organización (por lo que intentamos conseguir el mayor número de voluntarios), mucha capacidad de acogida (para lo cual necesitamos familias que quieran albergar a estos peregrinos) y mucho esfuerzo económico (entre todos, no tocamos a nada). Cada pueblo, cada grupo y cada persona tienen diferentes intereses y hay que empaparlos de ilusión de una manera diferente. Y parece que la misión da sus frutos cuando vemos las caras de jóvenes ilusionados al verse implicados y a los más mayores concienciados de la oportunidad que esto supone a todos los niveles. No es tan importante ahora evangelizar, cuanto acercar a la mayor cantidad de gente posible a esta realidad, ya que va a ser la propia JMJ la encargada de encender la chispa de Cristo en cada corazón.
Concretamente, nuestra misión es ir parroquia por parroquia anunciando primero a los párrocos y después a los feligreses todo lo que va a pasar. Nos reunimos con cada grupo parroquial, especialmente con los jóvenes, con quien tenemos un feeling especial. Acudimos a los comercios de la parroquia, y con la excusa de pegar carteles, contamos a los comerciantes lo que va a pasar para que el boca a boca haga su labor. Celebramos con ellos las Eucaristías del domingo y en ellas damos testimonio, atendemos a la gente y presentamos las diferentes maneras de colaboración. Todo ello lo hacemos con la ilusión de quien prepara una gran fiesta en su casa, intentando que cada detalle haga de esta JMJ un verdadero encuentro de fe donde los cristianos de todo el mundo, y en especial los españoles, gritemos sin miedo: “Yo soy cristiano, ¿y tú?”
